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USO DE DISPOSITIVOS MÓVILES Y SEXUALIDAD EN JÓVENES adultos

 

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Por Javier Carlo

 

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Foto de:Alberto Uc.

 

En un período corto de tiempo, no mayor a 25 años, el uso de dispositivos móviles se ha masificado. Ahora es más frecuente que las personas procesen, descarguen y compartan información a través de este tipo de aparatos (teléfonos, reproductores de música, lectores, consolas y agendas electrónicas, entre otros), ya sea para completar esa visión del mundo que ofrecen medios tan poderosos como la televisión, la radio, la prensa e Internet, o para orientar directamente su toma de decisiones.

Así, los dispositivos móviles han rebasado la moda o la necesidad instrumental para convertirse en escenarios donde el usuario intercambia todo tipo de información y reduce su incertidumbre, construyendo –por ende– significados que son primordiales para el desarrollo de sus actividades, igual para hacer una llamada telefónica que para disponer de su dinero, incluso para dar cuenta de sus relaciones afectivas y sentirse comunicado.

Los jóvenes adultos[1] –en particular– conforman uno de los grupos que suele adoptar esta tecnología con mayor rapidez, de igual forma actualizarla y/o reemplazarla. Esto se debe, entre otras cosas, a que se encuentran en el ciclo más productivo de su vida y se ven obligados a tomar decisiones con suma frecuencia, sin importar el tiempo, el lugar o la situación en que se encuentren. He ahí que el acceso a la información a través de dispositivos móviles goce de gran aprecio.

Por una parte, los jóvenes adultos se resisten a perder la juventud; por otra, se ven obligados a demostrar su propia valía y trascender, hoy más que nunca de la manera más rápida que sea posible, lo que los hace depender de la información para asumir sus propias posturas. No en pocos casos, lo material pasa a primer término y estos jóvenes relegan su parte afectiva, limitándola sólo a la parte sexual. Es así que un treintañero generalmente está conflictuado por su falta de expresividad y su poca disposición al compromiso, lo que es independiente a su estado civil, no obstante, se reafirma en el sexo, aspecto que sobresale como un eje rector (sin que se categorice como el más importante).

La sexualidad, pese a lo anterior, sigue siendo un tema velado, que no se aborda con total madurez por parte de los medios masivos tradicionales ni por las tecnologías emergentes. En consecuencia, ha surgido una variedad de espacios asincrónicos (chats, blogs, redes, sitios de encuentro, por mencionar algunos) que promueven el ejercicio de una sexualidad amplia, pero carecen de información que responda a una actividad sana y responsable, esto es, que rebasen la intención primaria del sexo por el sexo.

Con frecuencia, la existencia de estos espacios tiende a agudizar la crisis de los jóvenes adultos más que procurar su equilibrio afectivo u orientarlos en cuanto a las prácticas y preferencias que asumen, o en cuanto a los padecimientos físicos y psicológicos que podrían contraer, o en su defecto, a la manera de enfrentarlos.

Aunado a lo anterior, el espacio asincrónico ha favorecido la despersonalización de las relaciones, así como una serie de abusos que resulta en buena parte de la modificación o la usurpación de la personalidad; reforzando el surgimiento de nuevas afecciones, incluso, delitos. Aspecto que –sin duda– repercute en el desarrollo y la estabilidad de este grupo.

La paradoja es que frente a una cantidad inaudita de información, el usuario no siempre encuentra aquella que le es necesaria para guiar su actividad sexual o sus relaciones afectivas de la mejor manera.

Así, el conflicto no reside propiamente en el uso de dispositivos móviles como vía de acceso a espacios asincrónicos de contacto, sino en la calidad de la información que se disponga, más allá de supuestos, prejuicios o falsas ideas. Es decir, en la ausencia de escenarios donde la riqueza de los contenidos favorezca –sí– la interacción de las personas y refuerce –a la vez– una cultura sexual amplia y responsable, capaz de prevenir posibles afecciones físicas como psicológicas; no sólo a nivel del individuo, sino de su desempeño dentro del ciclo productivo y la dinámica social.

 

[1] Grupo constituido por hombres y mujeres de 25 a 44 años.

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Javier Carlo
Maestro en Comunicación por parte de la Universidad Internacional de Andalucía (UIA), España, y Licenciado en Ciencias de la Comunicación egresado del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), México. Actualmente, cursa la Maestría en Administración de Tecnologías de Información, en la Universidad Virtual del ITESM.

Su experiencia profesional abarca el desarrollo de programas educativos a nivel superior y la impartición de cátedra; así como el marketing para medios y el desarrollo de proyectos audiovisuales.

En la actualidad, es profesor del departamento de Comunicación y Arte Digital del Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México, y profesor de la Universidad Motolinía del Pedregal.

 

Contacto:
jcarlomena@gmail.com
facebook: javier carlo

 


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